Ahora me miro al espejo, y sí, me doy cuenta de que ya vuelve la rutina con sus caras largas parecidas a oseznos apardalados después de haber dormido todo el invierno, esas ojeras que parecen permanentemente tatuadas en el rostro, los músculos doloridos y las terribles agujetas debidas al entrenamiento de anoche, o al de anteayer, o al de la semana pasada... llegan los madrugones para llegar al colegio, las prisas porque llegas tarde al colegio, las aburridas tarde después del colegio; las noches en vela pasadas estudiando, o haciendo como si estudias, o simplemente intentando estudiar... poco a poco llega el frío, los numerosos meses con "r", las largas horas en el colegio, las interminables horas de historia, de filosofía, de valenciano, castellano, matemáticas y demás... vuelve el malestar de estomago producido por un mal desayuno, muchas veces inexistente, junto a la falta de sueño que te acompaña cada mañana. Volvemos a comer a las 15:30, a despertarse a las 6:45, a almorzar de 10:45 a 11:15, a entrenar hasta las 23:00... vuelve el olor a cloro impregnado en mi piel, el olor a libros nuevos, que después se convertirá en olor a libros viejos; vuelven los bolis a los que se les acaba la tinta o que se revientan, los portaminas a los que se les acaban las minas y los lápices que nada más sacarles punta se les cae, y siempre pasa en medio de un examen o cuando realmente lo necesitas... vuelven las prisas por coger esos apuntes que el profesor dicta demasiado rápido, en los que también se te acaba la tinta, se te revienta el boli, te falta la mina y se te rompe la punta. Vuelven los momentos en los que necesitas una goma, un sacapuntas, un pegamento o un clip nadie tiene, y cuando no los necesitas te los encuentras por el suelo y te los guardas... vuelven los depredadores de estuches que te toman prestado todo lo que puede parecer y tiene pinta de ser útil. Vuelven las manchas de pasta de dientes en caras y camisetas, y también esas otras manchas graciosas y a la vez embarazosas que se producen en los pantalones de sustancias muy diversas. Vuelven los dilemas para elegir ropa cada día, los lamentos por las camisetas que te quieres poner y que parece que aún se están lavando, y las numerosas palabrotas que se te ocurren cuando nunca encuentras la camiseta que te encanta ya que se la ha puesto tu hermano, luego te la ha cogido tu padre y como también le ha gustado se le ha ocurrido guardarla en su armario. Vuelven nuestros queridos profesores, tan queridos por todo el mundo, que se pueden resumir basicamente en dos grupos: los que te caen bien y tu les caes bien y después están los otros que son los que nunca se acuerdan de tu nombre por muchos años que te hayan dado clase y muchas veces que hayan sido tus tutores. Vuelven las duchas matinales, tan sumamente importantes para tu supervivencia en cada aburrida clase. Vuelve el clásico dilema entre afeitarse por la noche sobado o por la mañana sobado. Vuelven los odiados lunes, los aburridos martes, miércoles, jueves y viernes. Vuelven las academias de inglés, las demás actividades extraescolares y las catequesis de confirmación. Vuelven las siempre verdes pizarras, las siempre azules baldosas de la pared y el siempre marrón suelo. Vuelven las puertas marrones oscuro, los ventiladores que no dan aire a nadie, la estufa que al encenderla huele a pollo, los altavoces que te interrumpen a mitad de lectura, la gran tarima con la que todo el mundo se tropieza al menos una vez en la vida, las dobles ventanas que en todos los cursos les pasa algo, la pecera, la pesada mochila, los enormes libros, los millones de folios gastados en apuntes, los deberes, exámenes, tareas, trabajos, trabajos atrasados, trabajos de verano que no has hecho,las dichosas búsquedas de información que nadie hace, las lecturas para recordar que tampoco nadie hace y lo de estudiar cada día que ni mucho menos nadie hace. Vuelven los folios blancos, las carpetas transparentes de plástico, los bolis bic azules, las carpetas moradas y los exámenes en los que predomina el rojo. Vuelven las mismas comidas cada día de cada semana que son iguales cada año, los mismo bocadillos hechos del mismo fiambre de cada año y que siempre tienen el mismo pan, o demasiado duro o el típico pan "chicle"; vuelven las barritas de cereales de la una, el comer entre horas y el atiborrarse en las meriendas ya que no tienes nada más que hacer. Vuelven esas sensaciones de estrés, de presión, de miedo, de nervios, pero sobretodo... de aburrimiento...
...y finalmente, vuelven esas noches, largas noches en vela en las que me paso leyendo, pensando y escribiendo; leyendo lo que me gusta, pensando lo que me apetece y escribiendo...escribiendo sobre fantasía y realidad, sobre ficción, intriga, acción y romance, es decir, sobre mi vida y sobre lo que pasa por mi mente.
Créeme, tenía ganas de que llegase todo esto.
Algún día espero saber por qué amo tanto la rutina...
Sibulo.
2 comentarios:
yo en realidad también las echaba de menos, pero unas vacaciones nunca vienen mal :)
gran texto sibulito!
yo tambien estoy con laura, hechaba de menos la rutina. Pero sabes que? que sera la ultima vez en que entres en ese colegio tan odiado y a la vez tan amado.Del cual te sabes todos los escondites secretos, por los que luchabas para conseguir el balon de futbol para marcar, los nervios del primer año, del segundo y hasta del ultimo... de esos festivales donde nos tocaba ponernos el disfraz de pastorcillo y cantar un poquillo para que las madres,ilusionadas, te dieran esa gran aplauso que tanto esperabas...
Tambien sera la ultima vez que veas a esos profesores que dices tu (ya sean los demonios o los angeles) pero que recordaras con todo el cariño del mundo y que si los vees por la calle seguramente te pararán para hablar sobre tu futuro... HAY SIBULO! que este es el ultimo año, el ultimo año de esa rutina que tanto te gusta..y que en verdad, nos gusta a todos..
Preciosos textos estás escribiendo sibulo, sigue asi( como dirian alguno de nuestros profes);)
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